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Capítulo I
Introducción a la obra, junto con una magnífica apelación y comienzo

¡Oh, alegre y siempre sonriente musa, tú que alentaste al gran Cervantes y al donoso Marivaux, tú, a quien Du Molinet, Scarron y Fielding honraron, muéstrame las grandes hazañas de las que Alemania fue antaño escenario; Alemania, que, encendida por la mecha de nuestros escritores, ha parido Franciones y Quijotes! Describe, musa de la comedia, cómo también entre nosotros, como ocurre entre los españoles o los ingleses, se hallan héroes cuyas hazañas resultarán dignas del recuerdo de la posteridad4.

El sol había alcanzado ya su punto álgido y ardía desde el alto graderío del Olimpo, tal y como lo hace en invierno un ramillete de ramas secas en la estufa de leña del salón de una humilde morada campesina. En efecto, los mortales sudaban, pero no lo hacían por el fuego celestial, sino que lo hacían por el afán que manifestaban en las mesas, a donde los convocaba la campana de las doce. Por hablar de una manera algo más prosaica, era mediodía cuando la agradable sombra de un espeso bosque ofrecía su cobijo al famoso marqués de Bellamonte, quien en ese momento no era tan famoso como lo es desde que se me ha conferido la facultad de contar sus grandes hazañas.

Debería seguir narrando lo que mi héroe hizo cobijado por las sombras del bosque exactamente en este ostentoso tono, pero no soy ni Homero ni Virgilio, sino más bien un escritor un tanto singular, de hecho, mis vecinos me llaman el viejo testarudo. De acuerdo con esta naturaleza, interrumpo este fastuoso comienzo para proceder a informar al lector en un tono algo más bajo, y que a primera vista parece no adecuarse del todo a esta historia.

En una agradable ciudad alemana, un comerciante había muerto, dejando tras de sí una considerable herencia y un hijo aún menor de edad. Su hermano, que tuvo que ocuparse de los negocios familiares, crio al hijo y se enriqueció con ello, aunque de una manera honorable. El joven se llamaba Johann Glück (JEAN BONHEUR), por lo que generalmente se le llamaba Herr Johann. Pese a que se le había educado para el comercio, sus afanes eran otros, y su mente mostraba una gran destreza para todo aquello que no estuviera relacionado con los negocios. Nunca se le había obligado a nada, ya que su dinero le situaba en la seguridad de estar fuera de todo peligro. Trataré de describir su personalidad.

p. 26Era generoso, delicado y tenía un buen corazón, del que brotaban las dos primeras características. Sin embargo, era también algo crédulo, y cualquier idea que conmoviera su generosidad y delicadeza bastaba para ponerle fuera de sí. A su intelecto le faltaba todo aquello que su corazón poseía, y a pesar de ello resultaba adorable. No en vano estamos acostumbrados a mirar únicamente al corazón como el lugar en el que todos podemos cobijarnos: un gran intelecto no suele resultar muy querido, ya que tememos precisamente su perspicacia en relación a nuestros posibles fallos. Esta es una pequeña digresión, arte al que me he acostumbrado y que espero que no resulte demasiado aburrido. Así pues, continuamos con el alma de este joven. Su aspecto era el mejor del mundo. Era alto, fuerte y con una tez algo parduzca. Sus largos cabellos eran del más bello castaño, y su rostro resultaba agradable. Sus ojos azules transmitían elocuencia, y conocía todo lo referido al mundo elegante. Hablaba nuestro idioma tan grácilmente como si se hubiera educado en Versalles y bailaba como un auténtico maestro. En resumen, las muchachas lo consideraban como el más perfecto aprendiz de comerciante en toda la ciudad.

Ocupaba la mayor parte de su tiempo paseando, para lo cual poseía un caballo, y en casa se dedicaba a leer las novelas más recientes que salen de nuestras prensas. Las obras del señor de Marivaux y de otros tantos e innominados escritores del tipo del –sí, me atreveré incluso a mencionarlo– marqués de Argens eran los libros de los que tomaba y que reforzaban sus nociones de la generosidad y del amor, si bien debo decir que estas obras no me parecen del todo extraordinarias5. Admiraba los pasajes más bellos de estas obras junto a su sirviente, que era la simpleza en sí misma. Este sirviente le acompañaba en sus paseos a caballo, en los que los dos practicaban la galantería de los franceses hasta sus últimas consecuencias, como si las historias que habían leído se hubieran producido realmente. Glück mostraba habitualmente su insatisfacción por las pocas ideas grandiosas de sus compatriotas y, sobre todo, por el comportamiento poco adecuado de las muchachas.

Estas convicciones fueron aumentando junto al deseo de viajar a París, y Glück alcanzó la edad de veinte años al tiempo que, junto a su fiel sirviente, iba creciendo la experiencia de ambos en el amor, si bien a la manera de cada uno. Un frondoso bosque no demasiado lejano era el lugar en el que daba rienda suelta a sus reflexiones sobre las emociones más delicadas del corazón humano. Precisamente en este lugar fue donde Glück se resolvió a ser tan generoso y delicado como el conde de Duglas, o como el señor de Valville. Para sí mismo se deseaba una condesa de Warwits o una Marianne6.

Su tío conocía su poca inclinación por el comercio, por lo que le sugirió, quizás también pensando en su propio beneficio, el matrimonio con una muchacha noble, pero pobre. De este modo podría, tal y como se dice en Alemania, ennoblecerse. Herr Johann no tenía inclinación alguna por este matrimonio, ya que había oído que la Fräulein von Fre*** era algo tonta, por lo que no le gustaba en absoluto.

Siempre postergaba dar una respuesta definitiva a esta proposición, mientras se lamentaba junto a su sirviente por esta situación. Este había sido rebautizado como Du Bois, tal y como se llamaba un ayuda de cámara de una novela. En lo que se refiere a él mismo, el nombre de Herr Johann le producía tanto asco que no podía escucharlo sin enfadarse.

p. 27—¿Cómo –le decía a Du Bois– podría decidirme a pasar mi vida en brazos de una muchacha cuya juventud y belleza, gracias a la mala educación de nuestros terratenientes, resultan más horribles que la propia fealdad? ¡Ay! Mi ruina resulta asombrosa. Con unas ideas tan elevadas como las mías, debo convertirme en una víctima del aburrimiento y del asco permanentes. No la he visto, pero mi propio tío dice que es un poco lela. ¿Puedo entonces tener la esperanza de poder transmitirle mis propios gustos?

—Sí –respondió Du Bois–, excelencia –pues así llamaba siempre a su señor–, no hay nada en el mundo más fastidioso que una mujer que no conoce los buenos modales. Ni siquiera sabe hablar de manera adecuada y tampoco comprende lo que se le dice. Cuando hablé recientemente con nuestra Marie –ya sabéis que no es mala compañía, pese a que es un poco bocazas– y le dije: «Querida Marie, te quiero tan delicadamente», ¿sabéis lo que me respondió? Escuchad lo que dijo la criatura: «¡No os entiendo, Görg! ¡Oídme, Görg! ¡Habladme en alemán!». ¡Qué grosería!

4.Este pasaje introductorio, que satiriza y actualiza la apelación a la musa épica, ofrece interesantes claves sobre los modelos que está siguiendo Neugebauer en su novela cervantina. Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1688-1763) es uno de los principales representantes del realismo satírico-picaresco de la narrativa francesa de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Autor de La vie de Marianne (1731-1741), Le paysan parvenu (1735-1736), y más notablemente, del Pharsamon, ou les nouvelles folies romanesques (escrito 1713, publicado en 1737), siguió el modelo cervantino de manera clara en esta última novela. Por su parte, Du Molinet es uno de los pseudónimos empleados por Charles Sorel (1602-1674), autor del Berger extravagant (1627), novela que satiriza la novela pastoril de manera reconociblemente cervantina, así como de La vraye histoire comique de Francion (1623). Paul Scarron (1610-1660), que contaría con una notable recepción en las letras inglesas del XVIII, es el autor del Roman comique (1651-1657), de claro regusto picaresco y cervantino; mientras que el inglés Henry Fielding (1707-1754), notablemente influido tanto por Scarron y el resto de novelistas franceses del XVII como por Cervantes, da forma a la novela inglesa moderna y a los inicios de la tradición cervantina inglesa en sus obras Joseph Andrews (1742) y Tom Jones (1749). Esta declaración de intenciones por parte de Neugebauer refleja claramente el carácter profundamente transnacional de la recepción del Quijote en esta obra, aspecto abordado con más detalle y profundidad en el estudio cervantino de la misma.

5.El narrador se refiere a Jean Baptiste de Boyer, marqués de Argens (1704-1771), autor de las Lettres juives (1704-1771), Lettres chinoises (1739) y de las Lettres cabalistiques (1741). Argens destacó en el género de la epístola fingida, que emplea para criticar la sociedad francesa de su tiempo, género posteriormente practicado con gran éxito por autores como Montesquieu, Addison o José de Cadalso. También fue autor de un buen número de novelas galantes, que contaron con una gran acogida en los territorios de habla alemana, como las Aventuras de la condesa de Mirol, o las tristes consecuencias del amor y los celos (1747); o las Aventuras del caballero de Vaudreville (1749). Todas estas obras fueron traducidas al alemán, y para el concepto de ‘aventuras’ se empleó el alemán Begebenheiten, por lo que el referente paródico y satírico de la obra de Neugebauer queda claro desde su mismo título.

6.El conde de Duglas [sic] es el protagonista de la novela heroica Histoire d’Hypolyte, comte de Douglas (1690), de la condesa d’Aulnoy, prolífica autora de novelas galantes y de cuentos de hadas, y objeto paródico-satírico de la novela de Wieland Die Abenteuer des Don Sylvio von Rosalva (1764), que también aparecerá en esta colección. El señor de Valville es uno de los personajes de la Marianne de Marivaux, como también lo es la propia Marianne que menciona el narrador. La condesa de Warwits es la amante del conde de Douglas de la Histoire d’Hypolite de d’Aulnoy.